miércoles, agosto 23, 2006

Veintidós.

Debo vendar mis ojos, quizás así descubra las reminiscencias de las paredes desnudas.
Aspirando bocanadas de colores que se introducen en la nariz y neuronas.

Trasnoche turbio.
Las doncellas hermafroditas de cacería frenética.

Un pozo de ginebra con ginger ale resume, en algunos aspectos,
la inmediatez de lo coloquial. De lo sublingual.
Y se deshacen en reinos de hielo,
donde las promesas y el desencanto herido no son,
sino el grito de guerra de un jinete malherido.

No juegues, las espinas en sangre,
los ojos enrojecidos,
el hálito destellante
y la hoja desnuda.

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