lunes, junio 26, 2006

BONITA FIESTA DE SOMBRAS


Acaso quedó claro en el momento del beso, en medio de la calle, mientras llovía (Que llueva es algo típico en esta ciudad de lágrimas). El cuero de la chaqueta relucía aun más bajo las caricias conjuntas de la noche, la luz flamígera de los focos y el oscúlo acuoso de la lluvia y el ron. Me pedías dormir contigo, pero tu casa estaba llena de fantasmas agonizantes. ¿Te confesé que el billete arrugado que ofrendé a los dioses era el último que quedaba en el bolsillo?...
Para que insistir, tenía frío, demasiado como para seguir como una estatua frente a tu puerta, asi que timidamente toqué repetidas veces. La luz me cega (Hola, ¿Y el soldadito?). Entonces la puerta se abre, te veo como el rey de los fantasmas en tu trono casi digitalizado... Un vaso de ron y comienzo a sentirme incómodo. Le digo a mis oidos en sordina: Es el caño. Aun cuando me decepciono al pretender un enfrentamiento bilateral de mi reino de agua y tu reino de viento, como para despedirse.
A cambio de eso, me encuentro con un ejercito de soldados de madera que se deshacen bajo la influencia del viento verde y el elixir del olvido... ( A todo esto, Aguilucho parece saber de nuestras batallas y no me mira, no me saluda). A veces deslizas caricias debajo de las sombras, como estimulando mis sentidos para quedarme, pero estoy borracho aceptando copas que no harían, sino dejarme en el limbo incierto de la embriaguez.
El tabaco finalmente se terminó, al mismo tiempo que el ánimo de los asistentes que fueron cayendo uno a uno en ese sopor detestable del alcohol.
Cuando uno de ellos, convencido que era demasiado tarde, se disponía a emprender rumbo, nos ofrecimos de acompañantes: el bucanero y el soldadito de plomo, que insistía en que la juerga continuase en los sinuosos laberintos del sinsentido.
En eso, el carruaje se lleva a las animas restantes.
Y quedo yo, solo, y queda él, conmigo.
Cada calle fue bendecida con el beso travieso que me condujo otra vez a su cama, donde mi corazon sangraba y el se duerme en mis brazos.
Seguramente, cuando despertó encontró una rosa negra.

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